Cómo no tropiezan mis pensamientos

con los ajenos… si mi cabeza,

lanza veloz exclamación contra el maleducado

que ni oye, aunque lo envío alto

directo a su necedad.

Ni el mudo grito de esa persona

cansada de años y de vida que sola,

cruza la monstruosa avenida

que devora vehículos sin destino conocido.

Ni ese dolor de aquel paraguas ya sin dueño,

destrozado por la lluvia y vientos de malvado deseo

que lo inutiliza,

retorciendo esos dedos finos tan largos,

que lo convierte en grotesca escultura que nadie mira.

Sigo caminando y me pasma

esos dos enamorados con manos presas

y pensamientos en opuestas direcciones,

les ha vencido la pesadez del tiempo y del hastío…

dejando sus vidas paralelas sin encuentro posible,

y buscan estaciones con bruma que les anuncien,

la llegada de otro tren a cualquier parte;

lo toman, sin que ninguno vuelva la vista atrás

…solo hay olvido.

Sorteo a unos y otros,

rebobino imágenes, voces perdidas

y llego desorientado a la otra acera

¡no se mueve ni oye, ni respira!

inalterable, dura;

sigo caminando y escucho pensamientos a la deriva.                                                   

© Mª José Domínguez                                       

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