¡Cuántos objetos permanecen perdidos

por el mundo entero!

Pelucas, paraguas, dentaduras, prótesis.

Usted.  ¿Me comenta que ha perdido su dignidad?

¿Dónde ha sido, en el tren o en el avión?

No tiene ni idea, no lo sabe con exactitud.

Los objetos se extravían cuando el frío de los

andenes y pistas de aterrizaje

dejan heladas las palabras.

Detrás de cada objeto,

con sus silencios muestran intereses,

inseguridades, amor, desamor.

Corazones agradecidos o llenos de heridas sin curar.

Sedientos que bebieron del vaso equivocado,

hambrientos que comieron del plato no deseado.

Tristezas que les resultan familiares,

luchadores de mil batallas del pasado,

personajes con vidas de color gris, que les

encanta usurpar vidas ajenas.

Puertas abiertas con noches que se

arrastran a través de luces

desvanecidas y depositadas lentamente en el suelo.

Objetos soñadores, con ganas de esconderse por el mundo

con caminos rocosos a sus pies,

para recorrerlos cargados de equipaje.

© María Vega

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